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Este viernes pasado me invadió una gran angustia al ver toooda la cantidad de información que nuestro mundo globalizado repartía en diversos canales acerca de la agonía de Juan Pablo II. Todos informando que ya el triste final estaba muy cerca. Muchas de las cosas que se decían y se mostraban no me gustaron. Sentí que la prensa internacionalmente trataba de sacarle el mejor «provecho» a la situación sin importar qué tenga que hacer o decir.

Vinieron recuerdos a mi memoria de la vez que conocí al Papa. Tuve la suerte por esos días de Febrero de 1985 en la Ciudad de Cusco en verlo muy, pero muy de cerca al Papa. Me acuerdo que comenté a mis padres mucho esa expresividad que sólo él tenía al saludar y al rezar, detalles como los de sus muñecas gruezas propias de gente que trabaja duro que yo identificaba con las muñecas desarrolladas por los agricultores en las provincias de Cusco. Recuerdos como el tiempo que me tomé para escribir a máquina y narrar toda la visita del Papa a Cusco, cuando por un error tenías que volver a tipear toda la hoja.
Juan Pablo II
Recuerdos como que, a pesar de ser muy disperso y sentir esa época que «el colegio no servía», decidí aprovechar en aquella época el tener una voz aguda y afinada de niño para enrolarme en el coro que recibió al papa y poder verlo de cerca; de leerme y aprenderme todas las preguntas de un concurso que hubo de la vida del Papa. O el ir de noche y lluvia a la fortaleza de Sacsayhuamán para esperarlo en el frío de la época de lluvias en el Cusco.
Juan Pablo II

Hay muchas cosas que se me vinieron a la mente este pasado viernes: tantas anecdotas y enseñanzas vividas que marcaron el desarrollo de las virtudes que más valoro.

Dios da fuerzas para cargar la cruz que cada uno lleva por más pesada que sea. Y es así. A veces sentimos la tentación de comparar en todo, ¿por qué hay gente que soluciona rápido sus problemas?, es que tiene una vida arreglada!; es holgada en lo material, no sufre tanto como nosotros o consigue cosas sin mucho esfuerzo. En realidad lo que hacemos es ver la cruz de otro; que probablemente ese otro tenga las fuerzas necesarias para cargarla, probablemente sea mas chica y menos pesada que la de nosotros (porque las más grandes nunca las percibimos facilmente), sin embargo, siempre es decisión nuestra llevarla o sentirnos derrotados y decir «no puedo».

Así también vemos lo que queremos ver o lo que nos quieren mostrar. Pensamos que las más grandes batallas se libran y definen con balas y bombas, tal vez muy lejos de nosotros, y que las batallas del bien y el mal son cuentos de niños. Pero existen guerras que no se ven tan fácilmente. y que tal vez sean más crueles y sangrientas de las que nosotros vemos. Porque son ideadas para derrotar a gente muy fuerte, porque son cruces más pesadas que pueden caer y causar más daño, que las llevan gente que tiene más fuerza para cargarlas y son más difíciles de vencer.

Juan Pablo II

Yo creo, por todo lo que me ha tocado vivir hasta ahora, que sí hay batallas y luchas entre entre el bien y el mal. Y que las mayores y más fuertes tentaciones están hechas para la gente más fuerte en espíritu, más noble y con cruces más pesadas. Una persona que aprecio mucho me dijo que los peores demonios libran sus batallas no en antros de perdición, sino en templos de clausura y donde se agrupe gente muy noble y buena. Ya que es difícil tumbarlos y cuesta mucho.

Es así como Juan Pablo II no se negó en ningún momento a seguir llevando su Cruz, estoy seguro que ha soportado el asecho de todos los males corporales y espirituales siempre con actitud de vencedor. Ha salido triunfante de todas las tentaciones que se le han ofrecido en todo momento de su vida, incluso en los momentos en los cuales nos parecía tan débil o se sentía desfallecer; porque donde están las mejores almas están los peores demonios para hacerles frente. Batallas decisivas que no se ven y que talvez son a puerta cerrada y que han existido y existirán y que dependerán mucho de la decisión de llevar o no esa pesada cruz, o de sentirse derrotados y decir «no puedo».

Karol Wojtyla ha sido un ejemplo de lucha vencedora en todas las etapas de su vida, desde que pierde a su madre y hermano de pequeño y a los 21 a su padre. Su vida en Cracovia donde vive toda la ira de Hítler y a pesar de todo estudia filosofía, idiomas y literatura. En su deportación a Alemania y sus trabajos de obrero de canteras o arriesgando su vida ayudando a judios escapar de la persecución Nazi. Culminar sus estudios a pesar de que tuvo que vivir oculto por persecuciones políticas y religiosas de regreso a Cracovia.

Logra su licenciatura de Teología y luego su doctorado en Filosofía. Profesor de ética en la Universidad Católica de Dublin y en la Universidad Estatal de Cracovia, a la vez de su decicación a los hábitos y hacer toda la obra que conocemos de las que también dan fé los números .

Pensemos en que al igual que Juan Pablo II cada uno de nosotros tenemos una cruz pesada, y siempre nos parecerá más pesada que para los demás, que nos aparecerán tentaciones en el camino para que la dejemos y digamos «no puedo», cada uno tiene las fuerzas necesarias, sin embargo, todo siempre depende de nosotros: o sentirnos derrotados y buscar una excusa inteligentemente planeada y cuerda que nos haga sentir mejor y sustentar nuestro «no puedo» o sacar todas nuestras fuerzas y seguir para adelante y enfrentar a nuestros peores demonios.